martes, 11 de marzo de 2008

Patagonia y el viento

Hemos tenido el blog parado durante unas semanas y era momento de retomarlo, porque para nuestra sorpresa hemos recibido algunos e-mails comentándonos que qué pasaba y de personas que queríais saber más de nuestro viaje. Así que lo retomaremos donde lo dejamos. Patagonia, allá al Sur. Dejaré las elecciones, la política argentina, la española y la italiana (qué tres países!), para otro momento...

Nunca había visto el viento soplar con tanta intensidad como en Patagonia. El viento en Patagonia arrasa con todo a su paso. Aunque es un viento que no pasa. Se detiene. Sopla y sopla, y no para. Está ahí un día, y al día siguiente sigue allí, soplando prácticamente con la misma intensidad. Nunca me había imaginado que el viento era capaz de levantar una caída de agua y así pasó con un pequeña catarata que nos encontramos en el Seno de Última Esperanza, en Puerto Natales en Chile. Podéis encontrar alguna foto en el link.



Y es increíble porque me pareció un sueño absurdo fruto de la imaginación de un niño pequeño. De pequeños tendemos a pensar en cómo debe ser andar y vivir boca a abajo. O cómo debe ser la vida del murciélago. O cómo sería si lloviese para arriba. O cómo debe ser un catarata para arriba. Y en Patagonia, al menos por un momento, recordé aquellas preguntas infantiles sobre la dirección de la gravedad y la orientación de la vida.

El viento no solo crea estas imágenes únicas momentáneas. Sino que también tiene efectos a largo plazo. Otro ejemplo: los árboles banderas. Son árboles de tamaño reducido, duros y fuertes, que aguantan el soplar del viento, convirtiéndose en árboles con forma de bandera. Como si sus ramas fuesen la cabellera de una mujer de larga melena levantados por el viento. No hay duda. Aquí el viento sopla siempre en la misma dirección y casi siempre con la misma intensidad.

Mi abuelo siempre decía que según dónde sople el viento sabremos si lloverá o no, así como la intensidad de la tormenta. Pero en Patagonia esta regla es imposible: parece que el viento siempre sopla en la misma dirección. Como si hubiese encontrado un camino y una ruta, que es su ruta: la ruta del viento.

El viento suele ser molesto, pero en Patagonia lo es menos, o al menos parece menos molesto. Es como sin viento no fuese Patagonia. Además no hay apenas arena que el viento levante (¿será que ya se llevó todo lo que podía llevar hace mucho tiempo?) y solo en muy pocas ocasiones transporta algo. Es viento puro que solo lleva frío humedad. A veces un poco de agua y unas gotas de lluvia (¿o será hielo de la Antártida?)... y probablemente por eso te deje como nuevo.

Es también increíble como la gente y los animales han aprendido a vivir con el viento. Por kilómetros y kilométros se encuentra el ganado, pastando tranquilo, indiferente a la intensidad del viento. Levantando la cabeza cuando pasa algún vehículo o alguna persona. El viento es su sonido ambiente y eso, me imagino, debe marcar carácter y personalidad.