miércoles, 23 de enero de 2008

Patagonia: el agua



Los límites de la Patagonia son límites de agua. A un lado, en Argentina, el Atlántico. Al otro, el Pacífico, en Chile. Al Sur los diferentes estrechos que unen los dos grandes oceános y por arriba, aunque no haya una frontera claramente definida se encuentra, oficiosamente, el río Negro. Las fronteras de Patagonia, son de agua, y sin ser ni una isla ni una península tiene algunas características y mitologías propias de éstas.

Los Andes, obstáculo para las nubes provenientes del pacífico, contribuyen a crear las peculiaridades climatológicas que generan los diferentes paisajes de la zona. El agua condensada que llega del Pacífico alimenta de nieve los glaciares (algunos, muy poco, aún en avance y a pesar de que el agujero de la capa de ozono se sitúa encima del Sur de la Patagonia), y el deshielo de las nieves y de los glaciares alimenta la multitud de lagos que crecen cercanos a Los Andes. Sin embargo, la mayor parte del agua se precipita pocos kilómetros después la cordillera más alta de América. Y así el resto de la Patagonia es muy seca, con pocas lluvias, dando lugar a la estepa patagónica de las grandes estancias basadas en el ganado ovino, que apenas necesita agua dulce para sobrevivir.

Algo que me ha sorprendido es la diversidad de colores que adquiere el agua en sus diferentes formas y lugares. Hay lagos azules, los hay verdosos, los hay esmeraldas, los hay grisáceos, los hay lechosos, los hay de color añil, los hay turquesas... y muchas veces un mismo lago puede tener colores muy diferentes. De todos los lagos el que más nos sorprendió por sus colores es el argentino, que como podéis ver en la foto puede tomar formas muy diferentes. Lo más sorprendente es que no son colores reales, sino efectos ópticos. Una ilusión óptica.


El agua en forma de hielo también da lugar a colores y formas únicas. Los icebergs que flotan en los lagos próximos a los glaciares adquieren formas insospechadas. Es difícil encontrar pedazos iguales, e igual que de niños jugamos a buscar parecidos entre las formas de las nubes y las cosas que conocemos, lo mismo se puede hacer con los bloques de hielo que navegan por los lagos. El hielo es transparente, pero por efectos de luz y de percepción se distinguen una diversidad de azules que hacen a los glaciares un espectáculo de color único.

En Patagonia el agua tiene color y sonido. El sonido es el desprendimiento del hielo y sobre todo del Perito Moreno. Dicen que los días de sol y por la tarde es cuando más sonoro se encuentra el gigante blanco. Cuando estuvimos se cayeron varios trozos, unos de ellos enorme, que podrían equivaler a tres o cuatro bloques de 10 pisos. El sonido es increíble y generan un pequeño maremoto. No puedo imaginar qué espectáculo debe ser la ruptura del glaciar que se produce cada 4 o 5 años, y que por un proceso natural único hace que un montaña de hielo se derrumbe.

Muchos de los lagos compiten en belleza, en bravura y en inmensidad con el océano, y en algunos momentos es difícil distinguir entre una ola de mar o una ola de lago. Esto nos pasó en el lago Llanquihué por ejemplo.

En un mundo en el que el agua se está convirtiendo en uno de los bienes más preciosos y más injustamente repartidos, la belleza e inmensidad del agua en Patagonia se convierte casi en un bofetón social. En un injusticia natural que asombra por su vastedad y su increíble esplendor.

De hecho el agua es ahora uno de los recursos más apreciados y buscados de Patagonia. Si en el pasado llegaron a Patagonia los buscadores de oro y de petróleo (en su mayoría con escaso éxito), ahora son los explotadores de agua quiénes están comprando más y más terreno en la región. El agua, aquí, no es necesario buscarlo. Leía que una empresa de la familia Bush ha invertido en la zona precisamente para explotar el agua de la región. No sé si tendrá un efecto importante en la paisajística del lugar. Pero el que la belleza, la forma y estos colores del agua queden en manos privadas y extranjeras me da mucho miedo.

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