jueves, 10 de abril de 2008

Cacerolazos... de nuevo

Prácticamente toda la crisis del campo (que aún dista de estar solucionada) la he vivido desde Chile. Con excepción de un par de días que nos fuimos a dormir con el ruido de cacerolazos, lo he seguido más a través de la prensa, de los amigos y de los conocidos argentinos.

Ha sido una de las principales movilizaciones sociales desde el 2003. Y de hecho muestra un cierto malestar social con la nueva situación de la economía. Es verdad que se trata aún, por lo poco que conozco de la política argentina, de un hecho muy concreto y que se extiende solo a la clase social media alta, y fundamentalmente urbana. De hecho, la presidenta, con su tono usual de confrontación e ironismo, llegó a decir algo así como que las cacerolas habían sido sustituidos por woks y nuevos artilugios de la cocina sofisticada.

Desde aquí debemos decir, que más que las movilizaciones, lo que se ha notado en la calle ha sido el desabastecimiento. La carne, símbolo, himno y bandera argentina, desapareció de los supermercados argentinos. Como una gran contradicción, dentro de la contradicción de un país como éste de la abundancia en tantas cosas y ausencia de las mismas, sólo era posible encontrar carne en algunos supermercados chinos. Los chinos de la esquina se convirtieron por unos días en los principales abastecedores de carne en el país de la carne.

Fue además interesante ver cómo se generaban las reuniones de cacerolas. Alguien salía a la calle, a la puerta de casa, sin aviso previo, y empezaba a crear ruido con su cacerola. Se unían después algunos coches que sonaba el claxon y más y más vecinos se sumaban a la cacerola. Así de espontáneo...

La respuesta a la respuesta fue la gran concentración en la Plaza de Mayo. La plaza de Mayo que es el lugar de los encuentros los desencuentros de la política y la historia de Argentina. No lo vivimos de cerca, así que no puedo contar mucho. Sólo que el número de personas que asistieron fueron mucho menos de las previstas, y la mayoría de ellas llegaron en autobuses organizados por fuerzas kirchnerista.

No está aún claro el fin de la crisis. Según me comentan algunos amigos vuelve a representar la dicotomía que tradicionalmente ha vertebrado la política argentina en las últimas décadas: la oligarquía propietaria del campo frente a gobiernos deficitarios que han buscado o en la privatización o en el aumento de impuestos de los sectores más fuertes económicamente el sustento de sus políticas.

Una persona que conocimos nos comentaba que en Argentina es muy difícil hacer negocios. Que si encuentras un negocio dónde se puede hacer dinero, el gobierno tarde o temprano llegará, verá su oportunidad impositiva y lo gravará hasta qué asfixie esa actividad y desincentive la actividad. Posteriormente la actividad se volverá indispensable para el país y el gobierno acabará subsidiando la actividad. Y todo ello sucede, nos comentaba, con una velocidad increíble.

Intentaré resumir según mis limitados conocimientos. En el caso del campo la soja se ha convertido en una oportunidad económica a corto plazo: las ganancias se generan en un periodo de tiempo relativamente breve, en pocos meses, debido a los altos precios de las commodities en los mercados internacionales, a la devaluación del peso y a los bajos costes de producción. Grandes extensiones se están especialzando en el monocultivo de la soja. Así que el gobierno predice que este año los productores de soja ganarán más de lo previsto y varían las tasas impositivas a las exportaciones.

Resulta que el gobierno reconoce que quería gravar sobre todo a los grandes propietarios y no a los medianos. Así que decide que quiere mantener las retenciones, pero que a los medianos y pequeños propietarios se les devolverá una parte de las retenciones. Esto significa nuevos mecanismos de control, nuevas bureocracias, y más complicaciones en la gestión de la economía del campo.

Mi impresión es que Argentina tiene una capacidad para encontrar soluciones a todo. Y siempre son muy imaginativas, pero a la vez muy complicadas. La gente no confía en las medidas, parece que todos saben que hay algo que nunca se sabrá, que hay acuerdos no explícitos que benefician a unos pocos. Y todo ello contribuye a una desconfianza social enorme. Al menos, si todo se soluciona, la excelente carne argentina volverá al supermercado, seguirá siendo excelente (aunque cada vez un poco menos) y el asado de los fines de semana para amigos y familia se volverá a organizar. Cómo eso afecte a la sociedad no importa. O importa pero sé es consciente de que se puede hacer poco... Es así como se forma la argentinidad o como lo definía alguien en un libro que no recuerdo, el “hecho de estar a vuelta de todo y de todos y aún así seguir adelante”.

Hubo movilizaciones, ví profesores cortando las calles y dando clase en medio de la calle sobre la crisis política actual, se publicaron artículos y artículos, posts ni os cuento... pero la sensación es que todo seguirá igual. Hasta que una nueva solución radical sea necesaria y eso provoque el inconformismo de la sociedad argentina.

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