jueves, 29 de noviembre de 2007

Chamamé en el Bar Británico


El Bar Británico de Buenos Aires es uno de esos bares de toda la vida. Se encuentra en pleno barrio de San Telmo y mirando al parque de Lezama (uno de esos parques que en su día fueron el espíritu de apertura y cultura de la ciudad, y hoy han caído en descuido y abandono). La historia del Británico representa un poco la historia de Buenos Aires y de Argentina. De ahí que haya sido nombrado uno de los “bares notables” de la ciudad.


El bar se abrió a inicios de siglo en la zona portuaria. En este barrio, se crearon pequeñas iglesias y templos, según nos contaron lo vecinos de mesa, una para cada religión y país, de modo que los marineros al llegar a Buenos Aires pudiesen frecuentarlas. Entre ellas la vecina iglesia ortodoxa rusa cuyos materiales de construcción fueron traidos en barco desde San Petersburgo a finales de siglo XIX. No sabemos si los ingleses crearon una iglesia específica. Lo que está claro que un antiguo bar lo refundaron como bar británico al ser el el lugar en el que solían reunirse.


El nombre fue por una época poco acertado. Tras el conflicto con el Reino Unido en la guerra de las Malvinas lo británico no era muy popular entre los argentinos. Así, que el Británico decidió quitarse el bri, convirtiéndose en Tánico. Desafortunadamente, un día llego un turista griego y preguntó al propietario (desde los años 60 un gallego), por qué el nombre Tánico. En griego tánico recuerda a “thanatos” y significa muerte. Así que el bri- volvió a bri-llar en el británico. "Mejor británico que el bar de la muerte", debió pensar el sagaz propietario.


Ha sido uno de esos bares de barrio que se ha conservado tal como eran: para la gente del barrio, sin grandes decoraciones posmodernas, ni música lounge, ni luces de colores, ni apenas turistas. Y aquél bar que se mantuvo vivo y en pie incluso en los momentos de crisis, prácticamente desapareció a inicios de este año. Una campaña de la gente del barrio y de sus seguidores permitió que el bar no cerrase, fuese nombrado “bar notable” por la ciudad y que siga ahí, en pie, como si nada hubiese pasado y tantas historias se escondiesen por sus paredes.


Ah, la música! Estuvimos en un concierto de chamamé (ni jazz, ni bossa nova, ni lounge, ni tango...), sino la música típica del litoral argentino de la zona de Corrientes, región que linda con Paraguay. Podéis encontrar más información sobre esta música y hasta escuchar canciones en http://www.corrienteschamame.com/. En enero hay un festival de varios días solo de chamamé.


Y probablemente ése sea el encanto del Británico que ni es británico, ni es porteño, que admite tango, pero también chamamé, que un griego le devolvió su nombre, porque un gallego confundido vió más futuro en lo británico que en la muerte y que a punto de cerrar tras más de noventa años, el ayuntamiento de la ciudad permitió que no desapareciese, haciéndolo “notable”. ¿Será una metáfora de lo que es esta ciudad?


2 comentarios:

Rocío dijo...

pues qué historia más chula esta del bar BRItánico notable. me parece como decías un ejemplo de lo que es el país en sí, de su lucha por renacer siempre. qué cosas más interesantes qué contáis! intento leer lo de Natalía también pero me entero sólo a medias...una pena! próximo objetivo el italiano!
os leo en cuanto tengo un momento y me encanta estar descubriendo Argentina al mismo tiempo que vosotros. Menuda experiencia que estáis viviendo!!!!

Me alegro mucho. Seguid escribiendo que ya tenéis fans!!

Bocio dijo...

desconocía estas idas y vueltas del nombre. Saludo la iniciativa de registrar su experiencia en Buenos Aires. Volveré, Ricardo